lunes, 3 de enero de 2011

Etruscos

Los etruscos fueron un pueblo muy ligado a sus creencias religiosas, sobre todo las relativas a la muerte. Para ellos la vida era un tránsito hacia un mundo definitivo; de ahí que, junto a las ciudades de los vivos, hubiera también ciudades de los muertos. Los cementerios estaban perfectamente organizados y en las tumbas, bellamente decoradas con temas de la vida cotidiana, se colocaban los sarcófagos, sobre cuyas tapas reproducían a los difuntos recostados, generalmente en parejas, con una enigmática sonrisa.

Arquitectura etrusca
Los templos Las primeras tumbas monumentales
Otros tipos de tumbas etruscas La casa

Los templos
Aunque las primeras construcciones se remontan a fines del siglo VII a.C., hasta fines del siglo VI a.C. no se produce la sistematización del templo etrusco que, a partir de este momento, admite tres tipos de planta: uno de cella (nave) única rectangular, con o sin columnas en la fachada, como el templo de Mater Matuta de Satrico; otro de cella flanqueada por corredores longitudinales cerrados por muros o por columnas como, posiblemente, el santuario del Portonaccio de Veyes; y el de triple cella con doble fila de columnas en la fachada, en el cual las tres cellae estaban dedicadas a las divinidades de la tríada etrusca Tinia, Uni y Menerva, equivalentes a las romanas Júpiter, Juno y Minerva. De este último tipo es el templo de Júpiter Capitolino de Roma finalizado en el año 509 a.C. A partir de la consolidación de estos tres modelos, la construcción de templos no experimentó modificaciones, salvo en el estilo de la decoración arquitectónica, como, por ejemplo, la presencia en época helenística del frontón decorado. El carácter perecedero de los materiales de construcción empleados explica que sólo se conozcan las estructuras en piedra de los cimientos. Esta pobreza de elementos estructurales
está compensada por la conservación de importantes restos de decoración arquitectónica, realizada en terracota policromada con relieves.

La escultura etrusca se caracteriza por el empleo sistemático del barro. Frente a la tradición griega, jamás utilizaron el mármol pero, en algún caso, emplearon piedras locales para la producción de bajorrelieves. También trabajaron el bronce, con técnicas análogas a las empleadas por los griegos, material que era utilizado, de forma casi exclusiva, para piezas con fines religiosos y funerarios. En ella apenas existen, a tenor de lo conservado, motivos de inspiración profana, como los acontecimientos históricos o conmemorativos de carácter civil o deportivo.
Influencias de la escultura griega
A lo largo del siglo V a.C. persistió la tradición arcaica, sin renovaciones significativas, y no se constata el peso de los modelos clásicos griegos hasta fines de esa centuria. Valgan como ejemplos la Cabeza de Zeus (h. 400 a.C., Museo Nacional de Villa Giulia, Roma), altorrelieve en terracota que formaba parte de la decoración del templo de Scasato de Faleri, o el Marte de Todi (400 a.C., Museos Vaticanos), auténtica obra maestra en bronce. Ambos constituyen buena prueba de la vinculación con modelos griegos muy precisos, en este caso Fidias y Policleto, respectivamente. Otra obra singular de los años de transición del siglo V al
siglo IV a.C. es, sin lugar a dudas, La quimera de Arezzo (Museo Arqueológico de Florencia), excelente muestra de que esta ciudad fue en esa época un importante centro de producción de escultura de bronce. La penetración de formas griegas continuó manifestándose a lo largo del siglo IV a.C., según atestiguan obras como los altorrelieves del templo de Scasato de Faleri, relacionados muy estrechamente con la obra de los escultores griegos Praxíteles y Escopas.
Una manifestación escultórica muy particular la constituyen unas urnas crematorias denominadas canopes, halladas en Chiusi. En su versión más antigua, dichas piezas presentan una cubierta en forma de cabeza humana, tratada con gran ingenuidad en su intención de plasmar la semblanza humana del difunto. Durante el siglo VI a.C., este tipo de urna evoluciona hacia la representación de la figura humana completa y el vaso asume, de modo muy esquematizado, los rasgos del cuerpo humano.
También en el ámbito del arte funerario se afirma el papel de la decoración en relieve en estelas, cipos, sarcófagos y urnas crematorias, sin olvidar las composiciones esculpidas en las paredes de las tumbas con temas inspirados, prioritariamente, en la vida del difunto y en su viaje al más allá.

as pintura etrusca
Principales temas reproducidos
Las especiales características de las tumbas -cámaras subterráneas- han permitido conservar un importante conjunto de pintura parietal. Aunque la necrópolis de Tarquinia es la que ha proporcionado mayor número de ejemplos, existen también otros
conjuntos importantes en Chiusi, Veyes, Caere, Vulci y Orvieto.
Se trata de realizaciones al fresco, en las que el dibujo y el color responden a ciertos convencionalismos, que rigieron también en la pintura griega arcaica. Así, en época arcaica (siglo VI a.C.), el rojo oscuro se utiliza para los cuerpos y rostros de las figuras masculinas y el blanco para las femeninas. En una primera fase, los motivos se siluetearon con un trazo continuo oscuro que se rellenaba con pigmentos. A partir del siglo IV a.C., la línea de contorno tendió a difuminarse y el tratamiento del color, enriquecido con el sombreado y el degradado, contribuyó a dar corporeidad a la representaciones.
Principales temas reproducidos
En relación con su contenido se observa, durante los siglos VI y V a.C., una predilección por la representación de escenas realistas relativas a la vida cotidiana, siendo un buen ejemplo de ello la tumba de la Caza y de la Pesca, de los años 530-520 a.C., en Tarquinia. Abundan también las pinturas que ilustran algunos ritos de los funerales, como banquetes y danzas, advirtiéndose una progresiva enfatización de este tema a lo largo del siglo V a.C. Excelente ejemplo de pinturas con dicho contenido es la tumba de los Augures, fechada en el año 530 a.C. y situada también en Tarquinia. A partir del siglo IV a.C. cobraron importancia las representaciones del mundo de ultratumba y las composiciones mitológicas. Los difuntos, individualizados por los retratos y por las
inscripciones, se acompañaron de seres infernales y divinos y de héroes mitológicos. Cabe señalar como muestra la tumba del Orco II, de Tarquinia, construida hacia el año 350 a.C. Sin embargo, aparte de la pintura parietal en cámaras funerarias hay otro tipo de manifestaciones pictóricas. Se conservan también placas de terracota pintadas, destinadas a decorar paredes de edificios sagrados.
La cerámica etrusca
La variedad más original de la cerámica es la conocida como bucchero, cerámica negra y de aspecto brillante, producida desde mediados del siglo VII a.C. Pero, de forma paralela y hasta la mitad del siglo VI a.C., la alfarería con decoración pintada, de influencia griega, concretamente corintia, tuvo un auge importante en Etruria. Durante la segunda mitad de este siglo, la presencia en Etruria de artesanos griegos, como el autor de las Hidrias de Caere, favoreció la imitación de la cerámica griega de figuras negras, proceso que persistió a lo largo de los siglos V y IV a.C. con la imitación de la cerámica de figuras rojas ática. Más tarde, hacia la primera mitad del siglo III a.C., un taller romano conocido como «de las pequeñas estampillas» inició la producción de vasos de barniz negro.
La orfebrería y las artes suntuarias etruscas
Es en las producciones de objetos suntuarios (de oro, marfil y plata principalmente) donde el arte
etrusco, en especial en las épocas orientalizante y arcaica, pertenecientes a los siglos VII y VI a.C., muestra mayor originalidad. De la primera mitad del siglo VII a.C. son las refinadas piezas de orfebrería (fíbulas, brazaletes, pectorales y, en general, joyas de adorno personal) depositadas en las tumbas principescas de Etruria, como las ya citadas Regolini Galassi de Caere o Bernardini y Barberini de Praeneste. Las elaboradas técnicas de repujado, filigrana y granulado y la calidad estilística de los motivos decorativos parecen confirmar que su factura se debió a la presencia de artesanos extranjeros, seguramente griegos y fuertemente imbuidos de cultura oriental, que trabajaban en la misma Etruria o en las colonias griegas del sur de Italia y Sicilia, en estrecho contacto con el mundo etrusco. A fines del siglo VII a.C., se constata la implantación de artesanos en Vulci, en la Etruria meridional, y en Vetulonia, en la septentrional. Posteriormente, a lo largo del siglo VI a.C., se introdujeron en Caere y, en menor grado, en Veyes, en Chiusi y, quizás, en Populonia.
Así mismo, se documenta el trabajo de la plata desde mediados del siglo VII a.C. en algunos objetos, como la Sítula Castellani de Praeneste (h. 650 a.C), producidos en Etruria por artesanos de formación oriental. A esta primera serie siguieron objetos como el Skyphos de la tumba del Duce de Vetulonia (h. 650-630 a.C., Museo Arqueológico, Florencia), fabricados probablemente por un artesano local.
Las grandes tumbas orientalizantes han proporcionado también objetos de marfil (peines,
estatuillas y mangos de abanicos), algunos de los cuales son, sin lugar a dudas, de fabricación oriental. Otros, sin embargo, aun presentando temas orientales, deben ser considerados, por sus características, como objetos realizados por artesanos locales. Testimonio de que existió una producción local es la presencia, en las tumbas de Vetulonia de la primera mitad del siglo VII a.C., de pequeños bloques de marfil sin trabajar.
A partir del siglo VI a.C., ya no se logra la perfección que se alcanzó en la producción de objetos de lujo durante las fases orientalizante y arcaica. Proliferan los pendientes y anillos de calidad modesta, versión empobrecida de la orfebrería griega contemporánea.