Dotado de una fuerte intuición y capacidad creativa, Gaudí concebía sus edificios de una forma global, atendiendo tanto a las soluciones estructurales como las funcionales y decorativas. Estudiaba hasta el más mínimo detalle de sus creaciones, integrando en la arquitectura toda una serie de trabajos artesanales que dominaba él mismo a la perfección: cerámica, vidriería, forja de hierro, carpintería, etc. Asimismo, introdujo nuevas técnicas en el tratamiento de los materiales, como su famoso “trencadís” hecho con piezas de cerámica de desecho.
Después de unos inicios influenciado por el arte neogótico, así como ciertas tendencias orientalizantes, Gaudí desembocó en el modernismo en su época de mayor efervescencia, entre finales del siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, el arquitecto reusense fue más allá del modernismo ortodoxo, creando un estilo personal basado en la observación de la naturaleza, fruto del cual fue su utilización de formas geométricas regladas, como el paraboloide hiperbólico, el hiperboloide, el helicoide y el conoide.
Repercusión de la obra de Gaudí
Tras su muerte Gaudí cayó en un injusto olvido, y su obra fue denostada por la crítica internacional por barroca y excesivamente fantasiosa. En su tierra natal fue igualmente menospreciado por la nueva corriente que sustituyó al modernismo, el novecentismo, estilo que retornaba a los cánones clásicos. En 1936, durante el transcurso de la Guerra Civil Española, fue asaltado el taller de Gaudí en la Sagrada Familia, destruyéndose gran cantidad de documentos, planos y maquetas del arquitecto modernista.
Su figura comenzó a ser reivindicada en los años 1950, por Salvador Dalí en primer lugar, seguido del arquitecto Josep Lluís Sert. En 1956 se organizó una retrospectiva sobre Gaudí en el Salón del Tinell de Barcelona, y en 1957 su primera gran exposición internacional, en el MOMA de Nueva York. Asimismo, entre los años 1950 y 1960, los estudios de críticos internacionales como George Collins, Nikolaus Pevsner y Roberto Pane dieron gran difusión a la obra de Gaudí, mientras que en su tierra natal era reivindicado por Alexandre Cirici, Juan Eduardo Cirlot y Oriol Bohigas. También es de remarcar el gran éxito obtenido por Gaudí en Japón, donde su obra es muy admirada, destacando los estudios realizados por Kenji Imai y Tokutoshi Torii. Desde entonces la valoración de Gaudí ha ido en aumento, culminando en 1984 con la proclamación de varias obras del arquitecto como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
En 1952, centenario del nacimiento del arquitecto, se fundó la Asociación de Amigos de Gaudí, para divulgar y conservar el legado dejado por el artífice catalán. En 1956 se creó la Cátedra Gaudí, perteneciente a la Universidad Politécnica de Cataluña, con el objeto igualmente de profundizar en el estudio de la obra gaudiniana y participar en su conservación; en 1987 el rey Juan Carlos I le concedió el título de Real Cátedra Gaudí. En 1976, con motivo del 50 aniversario de su muerte, el Ministerio de Asuntos Exteriores organizó una exposición sobre Gaudí que recorrió todo el mundo.
Hombre de profunda religiosidad y de vida ascética, se ha propuesto la beatificación de Antoni Gaudí, proceso iniciado en 1998 por el arzobispo de Barcelona, Ricard Maria Carles. El año 2000 fue autorizado el inicio del proceso por parte del Vaticano. Con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Gaudí se celebró el año 2002 el Año Internacional Gaudí, con multitud de actos oficiales, conciertos, espectáculos, conferencias, publicaciones, etc. Entre otros eventos, el 24 de septiembre de ese año se estrenó en el Palau d'Esports de Barcelona el musical Gaudí, sobre la vida y obra del arquitecto reusense, obra de Jordi Galceran, Esteve Miralles y Albert Guinovart. El año 2008 se instituyeron en su honor los Premios Gaudí, otorgados por la Academia del Cine Catalán, que reconocen las mejores producciones cinematográficas catalanas del año.
Estilo
Gaudí y el modernismo
La trayectoria profesional del genial arquitecto tuvo una evolución sui generis, debido a su constante investigación en el campo de la estructura mecánica de las obras. En sus inicios, Gaudí recibió cierta influencia del arte oriental (India, Persia, Japón), a través del estudio de los teóricos de la arquitectura historicista, Walter Pater, John Ruskin y William Morris. Vemos esta corriente orientalizante en obras como el Capricho de Comillas, el Palacio Güell, los Pabellones Güell o la Casa Vicens. Más tarde, sigue la corriente neogótica de moda en el momento, siguiendo los dictámenes del arquitecto francés Viollet-le-Duc. Se puede percibir en el Colegio de las Teresianas, el Palacio Episcopal de Astorga, la Casa Botines y la Casa Bellesguard, así como en la cripta y el ábside de la Sagrada Familia. Finalmente, desemboca en su etapa más personal, con un estilo naturalista, individual, orgánico, inspirado en la naturaleza, en el que realizará sus obras maestras.Durante su época de estudiante Gaudí pudo contemplar una colección de fotografías que la Escuela de Arquitectura poseía sobre Egipto, la India, el arte persa, maya, chino y japonés, así como los monumentos islámicos españoles, los cuales le dejaron una profunda huella, sirviéndole de inspiración para muchas de sus obras. También estudió con detenimiento el libro Plans, elevations, sections and details of the Alhambra, de Owen Jones, perteneciente a la biblioteca de la Escuela. De los artes nazarí y mudéjar tomó múltiples soluciones estructurales y ornamentales que aplicó con ciertas variantes y libertad estilística a sus obras. Un aspecto a destacar que Gaudí toma del arte islámico es la indefinición espacial, la concepción del espacio sin límites estructurados; espacio que adquiere un sentido secuencial, fragmentado, a través de pequeños tabiques o huecos diáfanos, que crean separación sin suponer barreras compactas que delimiten un espacio uniformemente cerrado.
Pero sin duda el estilo que más le influyó fue el arte gótico, que a finales del siglo XIX vivía un gran renacimiento debido sobre todo a la obra teórica y restauradora de Viollet-le-Duc. El arquitecto francés propugnaba estudiar los estilos del pasado y adaptarlos al presente de una forma racional, atendiendo tanto a la razón estructural como a la ornamental. Sin embargo, para Gaudí el gótico era “imperfecto”, porque pese a la eficacia de algunas de sus soluciones estructurales era un arte que había que “perfeccionar”. En sus propias palabras:
”El arte gótico es imperfecto, está a medio resolver; es el estilo del compás, de la fórmula de la repetición industrial. Su estabilidad se basa en el apuntalamiento permanente de los contrafuertes: es un cuerpo defectuoso que se aguanta con muletas. Prueba que las obras góticas son de una plástica deficiente es que producen la máxima emoción cuando están mutiladas, cubiertas de hiedra e iluminadas por la luna”.[
Después de estas influencias iniciales, Gaudí desemboca en el modernismo en su época de mayor esplendor, en los años situados entre los siglos XIX y XX. En sus inicios, el modernismo encuentra la inspiración en la arquitectura historicista, ya que para los artistas modernistas la vuelta al pasado supone una reacción contra las formas industriales impuestas por los nuevos adelantos tecnológicos producidos con la Revolución industrial. La utilización de los estilos del pasado supone una regeneración moral que permite a la nueva clase dirigente, la burguesía, identificarse con unos valores que reconocen como sus raíces culturales. Asimismo, el resurgir de la cultura catalana desde mediados del siglo XIX (la Renaixença), lleva a adoptar las formas góticas como estilo “nacional” de Cataluña, con la pretensión de conjugar nacionalismo y cosmopolitismo, de integrarse en la corriente modernizadora europea.Algunos rasgos esenciales del modernismo serán: un lenguaje anticlásico heredero del romanticismo, con tendencia a un cierto lirismo y subjetivismo; vinculación decidida de la arquitectura con las artes aplicadas y los oficios artísticos, creando un estilo remarcadamente ornamental; utilización de nuevos materiales, creando un lenguaje constructivo mixto y rico en contrastes, buscando el efecto plástico del conjunto; fuerte sentimiento de optimismo y fe en el progreso, que produce un arte exaltado y enfático, reflejo del clima de prosperidad del momento, sobre todo en la clase burguesa.
Período neogótico
En esta etapa Gaudí se inspiró sobre todo en el arte gótico medieval, el cual asume de forma libre, personal, intentando mejorar sus soluciones estructurales. El neogótico fue en aquella época uno de los estilos historicistas de mayor éxito, sobre todo a raíz de los estudios teóricos de Viollet-le-Duc. Gaudí estudió con profundidad el gótico catalán, balear y rosellonés, así como el leonés y el castellano en sus estancias en León y Burgos, llegando al convencimiento de que era un estilo imperfecto, a medio resolver. En sus obras elimina la necesidad de contrafuertes mediante el empleo de superficies regladas, y suprime cresterías y calados excesivos.
Un primer exponente será el Colegio de las Teresianas (1888-1889), en la calle Ganduxer de Barcelona, encargo de San Enrique de Ossó. Gaudí cumplió la voluntad de la orden de reflejar austeridad en el edificio, en cumplimiento del voto de pobreza; siguiendo las indicaciones de las religiosas proyectó un edificio sobrio, realizado en ladrillo por fuera, y con algunos elementos de ladrillo por dentro. También incorporó a la fachada rejas de hierro forjado, uno de sus materiales preferidos, y la coronó con un conjunto de almenas que sugieren un castillo, posible alusión a la obra de Santa Teresa El castillo interior. En los ángulos de la fachada figuran unos pináculos de ladrillo con una columna helicoidal culminada con la cruz de cuatro brazos, típica de las obras de Gaudí, y con unos escudos de cerámica con diversos símbolos definitorios de la orden teresiana. En el interior existe un pasillo que es famoso por la sucesión de arcos catenarios que contiene. Estos arcos de líneas elegantes no son meramente decorativos, sino que tienen la función de sostener el techo y la planta superior. Gaudí utilizó el arco en parábola como elemento constructivo idóneo, capaz de aguantar pesos elevados mediante perfiles poco gruesos.
El siguiente encargo lo recibió Gaudí de parte de un clérigo amigo de su Reus natal, Joan Baptista Grau i Vallespinós, que al ser nombrado obispo de Astorga encargó a Gaudí la construcción de un Palacio Episcopal para aquella ciudad, ya que recientemente se había incendiado el edificio anterior. Construido entre 1889 y 1915, es de aire neogótico, con una planta articulada con cuatro torres cilíndricas, rodeada por un foso. La piedra en la que está construido (granito gris de la comarca de El Bierzo) es respetuosa con el entorno, en especial con la catedral que se encuentra en la inmediata vecindad, así como también con la naturaleza, que en la Astorga de finales del siglo XIX estaba más presente que en la actualidad. El pórtico de entrada tiene tres grandes arcos abocinados, hechos con sillares separados entre sí por contrafuertes inclinados. La estructura del edificio se sustenta en pilares con capiteles decorados y en bóvedas de crucería sobre arcos ojivales de cerámica vidriada. Se remata con un almenado de estilo mudéjar. Gaudí abandonó el proyecto en 1893, a la muerte del obispo Grau, por desavenencias con el Cabildo, siendo terminado en 1915 por Ricardo García Guereta. Actualmente es Museo de los Caminos.
Otro proyecto de Gaudí fuera de Cataluña fue la Casa de los Botines, en León (1891-1894), encargo de Simón Fernández Fernández y Mariano Andrés Luna, comerciantes de tejidos leoneses, que recibieron la recomendación de Gaudí de parte de Eusebi Güell, con el que trataban en sus negocios. El proyecto de Gaudí fue un impresionante edificio de estilo neogótico, resuelto con su inconfundible estilo modernista. El edificio sirvió para albergar en sus plantas bajas los despachos y almacenes del negocio de tejidos, y disponía al mismo tiempo de viviendas en las plantas superiores. La construcción se realizó con muros de sólida cantería caliza, dispuesta en forma de almohadillado. El edificio está flanqueado por cuatro torres cilíndricas rematadas con elevadas agujas de forma cónica, hechas de pizarra, y rodeado de un foso con reja de forja. Las ventanas son de guillotina, con voladizos inclinados para retener la nieve, muy frecuente en el invierno leonés. La fachada es de estilo gótico, con arcos lobulados, y tiene un reloj y una escultura de San Jorge y el dragón, obra de Llorenç Matamala. En la actualidad es la sede de Caja España.
En 1892 recibió Gaudí de parte de Claudio López Bru, segundo marqués de Comillas, el encargo para unas Misiones Católicas Franciscanas para la ciudad de Tánger, en Marruecos (por aquel entonces una colonia española). El proyecto consistía en un conjunto compuesto por iglesia, hospital y escuela, y Gaudí concibió una estructura de planta cuadrilobulada, con arcos catenarios y torres de perfil parabólico, con ventanas hiperboloidales. Finalmente el proyecto no se llevó a cabo, cosa que Gaudí lamentó profundamente, guardando siempre consigo el boceto que realizó del conjunto. Pese a todo, este proyecto le influyó para las obras de la Sagrada Familia, especialmente en el diseño de las torres, de perfil parabólico como en las Misiones.
Para la familia Güell proyectó en 1895 una capilla funeraria para el monasterio de Montserrat, obra irrealizada de la que se conocen pocos datos. Ese año por fin se iniciaron las obras de las Bodegas Güell, del antiguo proyecto de 1882 para un pabellón de caza y unas bodegas en la finca La Cuadra de Garraf (Sitges), propiedad de Eusebi Güell. Construidas entre 1895 y 1897 bajo la dirección de Francesc Berenguer, ayudante de Gaudí, las bodegas tienen un perfil frontal triangular, con cubiertas de gran verticalidad con pronunciadas pendientes de losas de piedra, rematadas por un juego de chimeneas y dos puentes que la unen al antiguo edificio. Tiene tres plantas: la baja para cochera, la vivienda y una capilla cubierta con bóveda catenaria, con el altar en el centro. El conjunto se completa con un pabellón portería, donde destaca la puerta de forja, con forma de red de pesca.
En el término municipal de Sant Gervasi de Cassoles (hoy día un barrio de Barcelona), Gaudí recibió el encargo, de parte de la viuda de Jaume Figueras, de reformar la Torre Bellesguard (1900-1909), antiguo palacio de veraneo del rey Martín I el Humano. Gaudí hizo un proyecto neogótico, respetando al máximo el edificio anterior; como siempre, procuró integrar la arquitectura en el marco natural circundante, por lo que efectuó la construcción con la piedra pizarrosa del lugar. El edificio es de planta cuadrada de 15 x 15 metros, con los vértices orientados a los cuatro puntos cardinales. Construido con piedra y ladrillo, tiene mucha más proyección vertical, ayudado por una torre troncocónica coronada con la cruz de cuatro brazos, junto a la bandera catalana y una corona real. La casa dispone de sótano, planta baja, planta noble y desván, con techo de cuatro aguas.
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